martes, 2 de julio de 2013

Bar

Me siento en la barra.  El lugar es ajeno a mi, pero por alguna razon me siento a gusto.  Un olor particular me inunda.  El sitio es ajeno y cercano a mi por alguna razon que no logro entender.

Observo la nitidez de las botellas de alcohol, de licor.  Grey Goose, Finlandia, Don Q, obras de arte de cristal.  La bartender me recuerda a Gloria Trevi en sus buenos tiempos. Me sirve la Perrier, lo recuerda sin yo decirlo.  Abre cervezas y las sirve con arte a sus clientes sedientos de Dios.

La mesera taina camina a velocidad, intensa, sin parar, va a ella y a nadie mas.

Observo al cantante de turno.  Uno de muchos quizas pero unico en sus suenos, en su rol. Voz particular, pegajosa, no potente.  Entretiene, deleita.  Canciones sorprendentes, de su autoria, tipo Tommy Torres y yo en primera fila, en la silla de barra que me es ajena y cercana a la vez. Observo la guitarra electrica, instrumento musical rebelde, fuerte y lleno de sentimiento. 

 Miro a los borrachos sedientos de Dios, y a las botellas de cristal silentes y el juego de beisbol silente que pasan por la television y abro mis timpanos a la guitarra y me transporto al espacio sideral.

Media hora, cuarenta minutos. Suficientes hoy, me toca partir, pedazo de experiencia para el arsenal.

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