jueves, 23 de abril de 2015

Jesús

Jesús de Nazaret, ese que muchos siguen, de diversas formas.  Ese que hizo y hace Milagros. 5 panes de cebada y dos pescados, multiplicados en miles.  Multiplicados ante esa multitud de gente que le seguía ese día.  Sin fanfarria o pretensiones, multiplicó y dio de comer ese día.  Ese fue uno de tantos Milagros, como lo fue también caminar en el mar embravecido, resucitar muertos y sanar enfermos.  Y el Milagro mayor, resucitar luego de ser crucificado.  ¿Porqué pensar en ello? Pues en esos momentos de desconcierto hay que saber que existe esa fuerza, ese modo incalculable, que va más allá de milicias, politicos, grados doctorales o de ciencias ocultas.  Es esa energía que trasciende religiones, o dogmas, o esclavitudes del alma.  Hay que hacer una pausa y sin reserva buscar ese Todo que emana de lugares lejanos, que nos lleva, que nos acompaña, nos demos cuenta o  no nos demos. 
Ese, Jesús de Galilea, ese que trasciende a los profetas, ese que multiplica panes y levanta muertos y nos lleva.

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