Siete gatos, atorrantes e incontrolables. Llegan a mi puerta, maullando, callados, sigilosos y sin tregua. Amarillos, gris, negro, sin oreja uno, pequeño, sin rabo otro. Sueño que entran a mi casa, que se apoderan, que pelean, y me absorben con sus bigotes amplios. Ese puñado de comida seca les hace el día, a esos pobres siete, que llegaron sin avisar, sin esperar.
Siete, que no se donde beben agua, no beben la que les pongo, quizas tienen alma de camellos. Siete, número de la Buena suerte, de esos gatos que vigilan mi alma, que me enfadan a veces y me alegran otras.
Siete, espero no se multipliquen en catorce, Dios nos coja confesados.
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