Hunza se adentraba en su mundo. Por unos dias compartía con Kai su hijo y Sai su hija. Escuchaban música y conversaban, se reían. En la noche Hunza los dormia. Luego les colocaba un collar de madera de caoba que servía de protección contra los brujos y brujas del Himalaya de Oriente. Esos brujas y brujas eran perversas, tenían cuatro ojos, dos mentes y manos de tentáculos de pulpo. Hunza era vigilante, pronto partiría a la guerra nuevamente, llevando consigo a sus dos perros lobos y sus siete puñales.
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