Hunza estaba despierto, era casi el amanecer. Comia pan tostado seco con mantequilla liviana y queso seco, algunas aceitunas silvestres, transitaba entre el placer, el sueño y la soledad sublime y de calma. Era un estado semi perfecto de no sentir la mente, de transitar entre estados de conciencia sin esfuerzo alguno. Hunza sentia mentes amigas cercanas, de diversos tipos y con diversos propósitos. Era la madrugada, el momento predilecto de Hunza
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