¿A quien van a engañar Ellos? El hombre representa a Dios y al Diablo en la Tierra y contiene lo mejor y lo peor de ambos. Mantiene un perfil neutro, delicado, vulnerable, inconcluso, obtuso e imperfecto, rayando en lo estúpido. Simula dejadez, olvido, problemas financieros y personales. Demuestra cualquier cosa para confundirlos. Aparenta tener los mismos gustos terrenales, y búsqueda del placer, como Ellos. Simula ser egoísta, como Ellos. Todo para ver su reacción o falta de acción. Los observa detenidamente, como tigresa antes de atacar a su presa.
Ellos creen que tienen el Cielo gano, son bondadosos, piensan ellos, visitan frecuentemente la Iglesia o son ateos buena gente, viajan con frecuencia, y son queridos por sus amigos de alta sociedad. Todo es perfecto, con un ocasional catarro o cotejo medico, típico de un ser humano,
En ocasiones se salen de su camino y procuran al hombre, al que contiene a Dios y al Demonio sin Ellos saberlo, Lo procuran para que la conciencia esté limpia, tranquila, y el Cielo esté gano. Juegan sin saberlo a la ruleta rusa, a enfrentarse algún día con Dios y con el Diablo, no con el hombre que los representa, sino con los Verdaderos.
Ellos piensan que han luchado, que han sufrido, que deben proteger su fortuna ya que se lo han ganado. Creen que confunden al hombre, al que representa a Dios y al Diablo, y también al mismo Dios y al Diablo, a los Verdaderos, los que esperan, pacientes, como tigresa ante su presa, para enseñarles su vida, cuando mueran, en una película, una que no miente, que va mas allá de mostrarles sus viajes al Tíbet o Europa, o sus cotejos médicos o sus visitas ocasionales a la Iglesia o su alta inteligencia y sapiencia.
Ellos son castos, perfectos, inmaculados, siempre tienen la razón, y el que los injurie paga el precio del desprecio, del desdén y de sinónimos peores. Al tiempo, quizás, se olvidan o pretenden olvidar, se dirigen al hombre, sin saber que sigue siendo el Dios y el Diablo, y que tampoco olvida.
Ellos se juntan, frecuentan el restaurant, el lujo, la Iglesia, la tienda y el placer. Se sienten que han luchado, sin saber lo que es lucha, o si lucharon, hace mucho tiempo de eso. Lo tienen todo y tienen nada, jamás se dan por aludidos y el que los enfrente paga el precio del desdén, del desprecio, al menos por un tiempo.
Ellos creen ser sabios, pero realmente son arrogantes, viven de la mentira, de dar consejos en el aire, con hipocresía banal, de esa que se siente de inmediato, por el aura, por los sentidos, y que atraviesa el más profundo mar. El hombre disimula, recibe el consejo, y observa, como tigresa ante su presa,
Ellos son avaros, egoístas, de ellos y para nadie, no dan nada material, quizás regalan un almuerzo o alguna prenda de vestir o alguna centavería en un buen día, de esas que no son indispensables, que pueden ser dadas para salvar la conciencia y pensar que tienen el Cielo gano.
Ellos saben que hay gente que necesita, que realmente necesita, pero ellos han luchado, piensan ellos, y no se dan por aludidos. Lo de Ellos es de Ellos y no tienen obligación con nadie. Entre Ellos se estiman, se pasan la mano, calientan el asiento de cuero de su auto de lujo con sus culos viejos y desgastados, pensando que han luchado, que se lo merecen, y que están bien con Dios y con el Diablo y que tienen el Cielo gano.
Ellos, marionetas producto de su propio ego, capaces de destruir sin duda a cualquiera, hasta a ellos mismos, sin darse cuenta. Ellos, algún día, sin darse cuenta, sin querer, sin prisa y sin pausa se sentaran ante Dios y el Diablo, con los Verdaderos, y se darán cuenta que nunca tuvieron el Cielo gano.
El hombre, en ese momento, entre la Vida y la Muerte, en ese puente, los observará, como tigresa ante su presa, sin poder hacer nada, con compasión y crueldad, la misma de Dios y del Diablo y de Ellos.
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