miércoles, 14 de septiembre de 2011

Abro los ojos y ya

No ofendo y no perdono, me cuesta perdonar.  Los leo, los intuyo, los conozco.  Son cercanos, en teoría, lejanos en la práctica. Fueron parte de mi y ahora son nada para mi.  Dejo que se acerquen, cuando quieren, sin insultos, los trato más o menos bien, pero el vacío que siento hacia ellos es inmenso.
Trato de no sentir rencor, sin apasionamiento, como cristiano quizás, pero la rabia me absorbe, me consume. Siento que son ignorantes, que son buenos y luego dudo y pienso lo contrario y me alejo, hasta perderme, lejos, muy lejos, donde no me encuentren, y pasen años y no los reconozca y ellos no me reconozcan.
Me alejo buscando espacios, para no sentir rabia, ni deseos de gritar y poder continuar en calma, quizás recordando un fugaz recuerdo de lo que fueron y ya no son.
No dan, no es posible, es muy difícil, su mundo no se los permite. Dar para ellos es veneno, es algo prohibido, es algo que yo no entiendo y jamás entenderé.  Porque para mi dar es todo, sin ello no vivo, no respiro, muero.  Para ellos, es todo lo contrario, es perder, es caer en el abismo de la gratitud, perder el vuelo de primera clase, y perder lo material que es efímero al final.
Trato de no juzgar, pero es tan obvio, el egoísmo, que no hay ni que juzgar, solo abrir los ojos y ya.

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