La vida es corta, muy corta. Al menos ésta, la presente, la que tenemos de frente a nuestra nariz. Ésta, no las anteriores que define Brian Weiss, ni las que vienen. Es una vida única, que hay que cuidarla, valorarla y entenderla. Es una donde crees que hay unos vínculos, unos entendimientos, que a veces ocurren y a veces no. Es una donde hay amigos, los pocos, y conocidos, los muchos.
Es una vida donde la línea es fina, muy fina, entre una sonrisa y una lágrima. Donde un buenos días se convierte de momento en un buenas tardes y en un buenas noches. Es una vida donde escoges si compartes veinte dólares con unos amigos para comer en una buena fonda o si te vas solo al restaurant de lujo.
Es una vida donde aparecen figuras confusas, simpáticas, radiantes, que al rato resultan ser más de lo mismo, camuflageadas con simpatía nada más y quizás con algún nombre mayor. Figuras que impresionan de momento y nada más.
La vida es una que te permite escoger. Estar con tus hijos, con tu madre, con tu padre, con tu esposa, con Dios, o perderte en compromisos tuyos que meramente son eventos sin mayor trascendencia que en tu mente son algo grande e indispensable.
La vida es no afanarte, no obsesionarte, no adentrarte en exceso en mundos que desconoces. La receta es adentrarte en lo que conoces y salpicarte un poco con lo desconocido, para no aburrirte.
El rencor y la venganza son juegos tontos, que solo te agreden y te marginan y te preocupan y te hacen pequeño. Mejor sigue tu camino, olvida y busca nuevos senderos que siempre aparecen.
La vida, una sola, corta, eterna.
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