miércoles, 8 de febrero de 2012

Pasillo Frío

Nadie hace nada y poco puedo hacer yo.  Caminando, pululando, pendejeando por pasillos sin forma, con pisos blancos lustrosos de cera y cuadros sin vida, sin forma, sin causa.  Años de estudios perdidos, sin recompensa, sin vida, sin sentido.  Años de litigación, de enseñar mi identificación de colegiado a la entrada del tribunal, de sentirme parte de un grupo, de ser alguien dentro de un universo de abogados.
Ahora, perdido en un cubículo, encerrado, cautivo, en un edificio enfermo, de tuberías comidas de polvo y sucio, con una computadora vieja, sin vida y sin forma, conectado al Internet, aprendiendo asuntos legales, como conectado a un cordón umbilical torpe y sin sentido.  Busco información, como un principiante, sin firmar documentos, sin aprecio, sin rumbo y sin sentido, sin representar a nadie, sin defender nada ni a nadie.  Nadie sabe nada, nadie ayuda, ni yo mismo quizás, en el abismo de la tontería, de esperar, de buscar y no encontrar, mientras otros hacen sus grandes carreras, con rumbos quizás, de algún tipo, de algún sentido.
Encuentro sosiego al mediodía y por las mañanas, el ancho mar, las barras de acero del gimnasio olímpico y hago mi parada semanal ante Cristo en la Iglesia San Francisco en el Viejo San Juan.  Los pelicanos son mis aliados, el iodo del mar, las olas eternas, lentas y con vida que contrastan con los pasillos fríos, los baños siempre en el mismo lugar, la biblioteca sin vida, con gente que habla en tonos demasiados altos, con la supervisión de Gestapo y absurda, donde mi licencia es un mero símbolo, sin vida y sin sentido.
A las 5, a la salida del trabajo, mi corazón palpita, se enciende, mis hijos, mi esposa, mi gata, mis deportes, mi madre y mi padre. A las 8 del otro día, a la entrada, mi corazón se apaga, se va a neutro, se deprime y se comprime. 
¿Quién me ayuda a salir de aquí y conservar lo bueno, la Iglesia y mi gimnasio olímpico y mi mar? Nadie, quizás es todo retórica, fantasmas que aparentan estar ahí y se ríen, se burlan y yo, camino por los pasillos fríos, sin vida, y miro los cuadros eternos, sin vida, que no se mueven y se ríen.  Y a veces veo a algún político, de esos que tienen la barriga llena de mierda, de camarones y de langosta y se montan en SUVs que les paga el pueblo, y me enfurezco y me calmo, y sigo mi camino mirando al mar, y caminando por los pasillos fríos, entrando a mi cubículo, ante mi computadora aliada, que me acompaña, pero que no es suficiente lamentablemente.
Intereso ser fiscal, ser grande, reconocido como un buen litigante.  Tener más dinero y vivir tranquilo lejos de los pasillos fríos y de los cuadros que se ríen y se burlan mientras camino y me asomo al ancho mar, para seguir cuerdo dentro de esta locura que vivo.

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