La Concha, lugar chic, de respirar air fresco, de compartir con amistades, de relajarse. Guavate, lugar de lechoneras, de pasarla en familia, y respirar aire de campo. Principio y comienzo de publicista asesinado. Escenarios dantescos para explicar y entender tragedias. Calle Padial en Caguas, lugar de erotismo y venta de cuerpos, punto intermedio de este viaje al Infierno. Carro Toyota Matrix, punto de interconexión, de viajar de A a B y de B a Z. Candungo de gasolina, utilizado para resolver emergencias y en casos insólitos prender en fuego a una víctima inocente. Tarjeta ATH, instrumento para extraer dinero y satisfacer un vicio.
Dos hombres y dos mujeres, todos de menos de treinta años, agreden, torturan, todo por unos míseros 400 pesos. El publicista, de poco más de treinta, se aferra a la vida y luego implora por su muerte luego del salvaje acto.
¿Y qué los llevó a cegarle la vida? ¿Qué les lleva al salvajismo, a ahorcar con cable, a prender con gasolina y a dar golpes hasta la muerte? ¿Qué los posee? ¿Y cómo se marchan y siguen su vida? ¿Qué los mueve, cómo al otro día pueden desayunar tranquilos y quizás jugar algún video juego, de esos de matar a muchos?
Son salvajes, que nacieron inocentes. Y se convirtieron. Poco a poco, mediante heridas y actos anónimos de negligencia y maltrato. Actos que crean monstruos, que luego ahorcan, que queman y dan palos hasta la muerte. Son productos de escuelas enfermas sin destino y de núcleos familiares disfuncionales y extraños. Son mentes presentes ajenas a Cristo y guiadas por actos imprudentes, crueles y mezquinos. Despedazan a un cuerpo y su alma vaga. Dejan a una familia herida de muerte, con recuerdos de la risa y de las bromas de la víctima.
La esposa, arquera olímpica, tendrá que sanar de algún modo, aunque quiera de algún modo atizar múltiples flechas en el corazón helado de los victimarios.
Macondo, cuna de muertes, de injusticias. Esperemos algún renacer, algún día.
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