Ambos cantan, la nina y el nino. Se transportan a las nubes de algodon. las notas se estiran y se diluyen y vuelven y se estiran. Ella la canta en la noche, al menos conmigo y los fantasmas de la cancion toman vida y entran a mi mente.
Esos traviesos fantasmas, que se ven en ocasiones y viven entre nosotros. Esos fantasmas que nos animan y nos ayudan, esos que provocan que la cancion de la nina suene sin control veinte veces en la computadora en lo que logro aplacarla y disminuirla, para luego querer oirla nuevamente.
El nino y su arroz con leche, cancion de la tradicion, de los tiempos mejores cuando se hablaba y se compartia en familia. Arroz con leche, cantada por el nino, en su dulzura esplendida querubina. En soplos da aire inspirado, en viaje astral de inocencia que sube a las nubes algodonadas y me deleita en las notas que se estiran, que se diluyen y se estiran.
Fantasmas que comen arroz con leche. Una creada por inspiracion nocturna, por la nina, casi en los brazos de Morfeo, la otra, cantada por el nino, la del arroz con leche, que es parte de la tradicion de nuestro pueblo.
Ambas canciones se funden en notas que se estiran, se diluyen, se estiran y deleitan.
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