Vivimos en la sociedad del compra compra: Navidad, cumpleaños, las Madres, Back to School, Reyes, San Valentín, etc… etc… Desde el más pelao, al más ricachón, le gusta el vicio de abrirla (no piensen mal) y curarse con algún trueque de billete de Washington por mercancía.
Es un vicio que sale caro. Me explico. Los mortales, los que cobran el día uno y el quince, se sienten como Zeus o Afrodita al principio de la quincena y como boxeador noqueao al final. Es que el chequecito que parece mucho no es mucho na y si tienes hijos pequeños que toman de esas fórmulas caras, antítesis de la leche Pet o de la Klim, te jodiste. Esas leches caras, de vacas sagradas o de soya enriquecida, son más caras que la coca, siendo la única similitud que son en polvo y su precio.
Pues está el Pelao fantasioso que se mete anabólicos mentales y se cree que es Donald Trump el día 1 o el 15, cuando cobra. Se cree que puede comprar hasta a una de esas Miss, como lo hace el tocayo del pato de Disney. Jura que con el chequecito podrá comprar el BMW serie M que le pasa por el lado, o que hará reservaciones en el Conquistador y si, porqué no, darse una escapadita a Paris o Nueva York en primera clase. Vive en una nube y sin querer queriendo le ve unos ceros de más a la totalidad de su misero capital.
Está el Pelao común que va a él, es cojonú, se las juega como torero en la Plaza de Toros. La quincena es cortita y pronto cobrará otra vez, así piensa al principio; pero al final, cuenta los días, y busca en los cacharros, en los ceniceros sin colilla, en las gavetas revolcadas de calzoncillos, debajo de las alfombras sucias de su carro y cualquier lugar estratégico donde puede, de manera accidental, haber caído algún vellón, o mejor aún, peseta. Es una búsqueda sin cuartel, busca entre chavos prietos, a ver si algo brilla color plateado, y mientras más grande mejor, ya que es la ansiada moneda de 25. Ni hablar si encuentra un peso atravesao en algún bolsillo de algún pantalón que se puso hace unas semanas atrás y sobrevivió a las inclemencias del tiempo en una lavadora llena de ACE. Hallar un peso cuando está en la bancarrota semanal es un triunfo- le garantiza al menos media libra de pan sobao o el galón de agua para mezclar con la costosa leche.
Ni hablar cuando el Pelao juega con los residuos que subsisten en sus dos o tres tarjetitas de ATH de diferentes bancos. Se reparte entre dos o tres colmados para distribuir los tres o cuatro pesos de reserva y así comprar algo de comer y beber. Si no, se queda en un solo supermercado, compra algo con una tarjeta y luego en segunda ronda paga con la otra simulando como que se le olvidó comprar algo. Si porque este tipo de Pelao es orgulloso y no quiere que el mundo sepa su secreto, que es un esmallao.
Está el Pelao esperanzado que vive resignado pero juega su pesito en la Lotto. Mira el Travel Channel, ve el US Open por televisión, y se transporta a mundos imaginarios para compensar la falta de guita, sinónimo de chavos, según los argentinos. Es optimista y negativo a la vez. La pelambrera le induce sicosis combinada con bipolaridad- es un carrusel combinado con montaña rusa. La falta de billetes lo encoleriza y le menta la madre a Marc Anthony, que tiene millones que compran nalgas preciadas.
Está el Pelao kamikaze que es persistente, jaquetón y tiene memoria corta. Es mazoquista y le gusta gastar del día 1-al 8 para del 9 al 13 volverse loco. Es un vicio que le vuela la cabeza donde entra en crisis suicida el día 13; ya el 14 entra el bienvenido depósito directo que evita que entre en coma profundo o dé una vueltecita por Mepsi o el Capestrano. A este tipo de pelao no le importa su vulnerabilidad porque está enviciao, juqueao. Le gusta ir a Plaza las Américas, a gastar al Viejo San Juan, a jartarse a Piñones, y quizás darse la vueltecita por el Hotel San Juan un sábado y jugar al Poker o Black Jack y si se lleva a una gringa enganchá y tiene que pagarle una cena, pues pa’ encima. Le gusta irse de paseo a gastar gasolina, quedarse en un parador, comer lechón en Guavate, correr jet ski en El Condado, es decir, gastar en cositas para curarse la bipolaridad que tuvo una semana atrás.
Está el Pelao angustiado, amargao. Es aquel que que no acepta su condición y cuestiona la escasez. Piensa que debió ser rico, que es un complot de la sociedad que ha provocado su pobreza. Pelea con el destino y tiene la osadía de cuestionarle a Dios, inclusive de mala manera. Luego, cuando le entra un dinerito, se contenta y hace las paces con el Creador. Tiene una relación de amor y odio con la humanidad y lo celestial que depende de cuánto tenga en la cartera.
El Pelao, en todas sus dimensiones o facetas, es una criatura de Macondo, fascinado por los ricos y famosos de Hollywood y quiere parte del bizcocho, aunque el día 13 tenga que comer migajas del pastel y servirle leche cortá a sus hijos en vez de la premiun del día 2. No le importa, es egocéntrico, pa él y na pal de al lado, aunque se jorobe. Se dice a si mismo, cómo voy a compartir sino me da ni para mi mismo. De esta manera vive en paz relativa con lo poquito que tiene.
Realmente, el Pelao es una figura triste, fruto del querer ser sin poder ser, víctima de la campaña publicitaria y del mercadeo que le come los sesos y lo lleva a abrirla (no piensen mal) sin conciencia con el fin de saciar su sed de consumerismo que encubre su falta de control y humanidad. A su vez, es valiente, batallador y se enfrenta a una sociedad capitalista, inclemente, inmisericorde, que le cobra, le hostiga y no le importa su fragilidad.
También, y por último, el Pelao resiente que existan ricos y poderosos que no se merecen lo que tienen y que jamás sabrán lo que él vive y siente. Pero, el Pelao, como el Quijote, va a él, contra viento y marea y siempre existirá y sobrevivirá…
Cualquier similitud con el autor no es pura coincidencia…
17-9-2010
ALV Copyright (whatever that means)
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