viernes, 3 de junio de 2011

La Competencia

Competencia literaria de cuentos. Farsa fantástica y fatídica.  Tipos estereotipados con ínfulas grandes y egos mayores.  De los competidores estaba aquel con el machete “King Size” en la cadena de oro catorce kilates, la riquita de apellido fru fru, el del rabo largo con cara de chico malo, el bohemio de pasillo con sombrerito rebuscado y la mujer con aspecto adolescente. 
Los cuentos eran insólitos.  Aquel que se hizo macho cuando mató al “pai” porque violaba a su “mai”. O el que se meó encima luego de que se le resistieran al asalto. O la que menciona a Jim Morrison en un Ipod, o la que fue a una galaxia y resultó que estaba en el Paseo de las Estrellas de Hollywood.  Ah, y ni hablar del impactante cuento que consistía de una oración. O el que escribió un texto donde decía que se iba antes de terminar la competencia.  Joyas literarias sin duda.
El moderador era un tipo intelectual, con pretensiones de locutor.  Si, de esos escritores con mucho título, mucho pedigree y mucho guille.  Si, de esos profes cincuentones que creen que las estudiantes de 20 se babean por ellos. 
Los jueces de la competencia, esos si eran espectaculares.  Uno de ellos, dueño o presidente de una librería. El otro caminaba por veredas similares. El tercero, un alegado crítico literario ganador del premio no me acuerdo cuál. Si, de esos que se sonrojan cuando hablan de ellos mediante su curriculum vitae y que les encanta el reconocimiento para que su ego crezca un chispito más.
Treinta cuentos, treinta individuos con alegadas mentes creativas. Uno de estos admito fue bueno, chispeante y original. El resto, dignos de triturador de papeles. Digna competencia para reírse y tirarse un buen peo en el receso entre cada cuento.
Competencia de cuentos, reflejo de nuestra sociedad enferma que destella violencia, bipolaridad y transculturación extrema. Reflejo de nuestra indefinición y de que el carro prende pero no camina.  Reflejo de mentes esclavas y de ilusiones sin sentido.
Pero, en Macondo, hasta los cuentistas tienen sus días de destello, de aplausos anémicos y de fanfarria con hemoglobina decaída.
3 de junio de 2011

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