jueves, 12 de mayo de 2011

Día en el 18

La U.I.A., unión obrera local, amenaza con sangre, es decir que correrá  sangre.  El nuevo Secretario, sin título de Lcdo., pero con rectitud, busca alternativas.  La prisa impera en un mar de papeles legales.  Cubículos de abogados que parecen peceras, sin filtros de limpieza.  Secretarias semi-analfabetas que le mentan o casi le mentan la madre a los obreros antes de que se la menten a ellas. Abogados que entran a distintos turnos sin saber si van o vienen, con la esperanza de coger (o tomar si es en Argentina) el nuevo elevador instalado por DEYA, que parece del Hotel San Juan, pero que todavía no da pie con bola en el sube y baja y el baja y sube.
Llega la respetada Directora del Negociado que en 30 años no ha pisado un tribunal.  Un abogado grande, calvo, tipo Mr. Clean, comenta del concierto de Daddy Yankee en el Choliseo, que no tiene parking. La abogada nueva, pero no novata, linda pero lista, acaba de llegar en el autobús (ella rehusa decirle guagua ya que encuentra inconcebible usar ese término) y no usa su coche (odia la palabra carro por ser un vocablo ordinario) ya que es absurdo “caer en un tapón si vives a dos millas del trabajo”.  Hace su aparición el abogado pelu, que dice ser deportista.  Ese día por poco llega en traje de baño a la oficina pues era el día de la natación.  Él vive más combinando sus deportes que ejerciendo su profesión, y así alega se mantiene cuerdo.
El baño del piso 18, piso donde ubica el Negociado de Asuntos Legales, es sui generis.  Hablemos del baño.  Humo cladestino y orín multiforme son la pareja perfecta en este pub, antro del entretenimiento y tertulia.  Es el sitio ideal donde se dan conversaciones de inodoro a urinal de manera remota y aérea. Entre colillas y peos se dialoga sobre lo último que decidió el Tribunal Supremo y se critica de manera coloquial a políticos y jueces, sin distinción alguna.  Cuando sales del pub, algunos osados, con disimulo, tratan de divisar un culo (linda rima, no?) en el baño aledaño, sacro y femenino.
El 18 tiene vista de Penthouse.  Sueldo de hambre pero vista espectacular y si tienes suerte divisas los aviones que transportan a los ricos y famosos.  En momentos de crisis y “stress” te asomas a la ventana y te vas en un “trip” que es mejor que el LSD de los “hippies” de los 60’s.
En el 18 el chisme va y viene.  Se habla de la pata (o pierna) coja de aquel, del “affair” del otro, que si aquella se acuesta con éste, que si es gay o no, que si llegó 31 minutos tarde y firmó como si hubiese llegado a tiempo, que si usa o no Viagra, que si es o no un “pesao” y si el querellante obrero es un H.P. o no. En fin, es un deleite de bochinche que parece un mosaico espléndido de dimes y diretes que a la hora del “break”, y del no “break”, no gusta pero entretiene.
De momento, llega al 18 el abogado de McConnel, Bufete prominente con nombre de abogado muerto hace décadas.  Reverencia a doquier pues es un profesional “high class”, de la Milla de Oro.  Bésenle el fundillo o te aplasta, que esos Licens de alcurnia y de seda son como los “Super Heroes” de los “Comics".  El tipo vino a ser un Relevo, circunstancia donde botan elegantemente a cientos y de paso se ordeña la vaquita (igual a facturar y sacarle chavos al mega cliente) y en una hora sentado, mirando al techo, se mete al bolsillo quinientos pesos.  Y, a fin de año los Socios lo premian con un Bonote (Bono grande) para irse a Francia a tomar champagne del bueno.
El viernes en el 18 es un “party”.  “Happy Hour” mental desde que llegas.  La Madre el que trabaje.  El “coffee break” ese día es de 9:00 a 10:30 a.m. y a las 11:00 a.m. te vas a almorzar y regresas, si regresas, a las 2:00 p.m. Ya a las 3:00 p.m. estás recogiendo y a las 3:45 p.m. te vas por las escaleras y el lunes dices que se te olvidó ponchar o que el nene te llamó del Colegio de emergencia con dolor de cabeza y te fuiste como un loco/a a buscarlo. También, el viernes las féminas vienen con mahoncitos bien pegaitos o falditas cortitas y hacen planes todo el día para el “jangueo”.  Es que el viernes en el 18 no hay reglas y la Madre el que diga lo contrario; es ple ple y total anarquía.  El Jefe que se vaya a freír espárragos y si quiere que se siente él frente a la computadora y saque el trabajo.
En el 18, nadie sabe donde están los expedientes.  80 tarjetas de entrada y salida y Archivo siempre dice que el otro tiene el expediente aunque hace 3 semanas que fue devuelto.  Por otro lado, las computadoras en vez de simplificar forman la de San Quintín.  El email nadie lo domina y nadie quiere aprender a usarlo ya que te conviertes en el recipiente y originador de todas y cada uno de los un millón y medio de emails que llegan diariamente al 18.
La hora u hora y media o dos horas…de almuerzo es el oasis en el desierto. En ese tiempo las penas no existen y como dice Celia Cruz- “La vida es un carnaval”.  Está el grupito de la mesa redonda, como la del Rey Arturo, pero con el toque criollo y cafretón.  Cada uno calienta en el micro-honda y en una especie de ritual, entre místico y pueblerino, hablan de todo un poco, desde el hijo drogadicto de uno, del perrito enfermito del otro o de cómo se comió 10 hot dogs con todo y se bebió 25 Coronas bien frías durante el fin de semana.  En fin, desbordas tus penas, eres el Rey del chiste o meramente te sientas como un “zombie” a escuchar tonterías.  Y, si eres listo le cacheteas un poquito de flan o el arrocito con pollo al vecino de la mesa.  Valga mencionar que este grupo descrito es el lumpen del Negociado, pero orgullosos con O mayúscula.
Los abogados, a la hora de almuerzo, van a la cafetería, a darse el guille que pueden gastar todos los días 6 pesos y que son importantes. Se sientan y se regodean con sus corbatas y se distinguen del resto.  Son la elite, el caviar del Departamento, los abogados del 18 son, como diría un filósofo de la 23 abajo, “la última Coca Cola del desierto”.  Degustan chuletas y pollo indiscriminadamente, pierden el caché con cada bocado cafrondo.  Su viaje al placer les lleva inicialmente a utilizar finamente los utensilios plásticos, pero terminan desgarrando con sus manos canibalescas las doradas y grasientas chuletas.  Y, luego de la “jartera”, critican que lo ingerido no estaba a su gusto.  Como “postre” se intercambian chistes rojos, anécdotas de tribunal de índole impublicable y quizás se sienta en el ambiente un peo silencioso pero malamente oloroso, con matiz de carne frita mal digerida.  Pero a la 1:15 p.m., a menos que sea un anárquico viernes, se marchan como focas amaestradas y suben en el esplendoroso e inservible ascensor al 18. Ah, pero antes de reanudar las tareas legales,  2 o 3 abogados salen del edificio y prenden 2 a 3 cigarillos a modo de culminar tan deleitoso almuerzo y hora de tertulia amena.
El 18 no es tan malo como lo pintan.  No hay salarios de rico pero te llega el chequecito seguro. Tienes 30 días de vacaciones al año y no eres esclavo de un Bufete inmisericorde que te exprime por 14 horas diarias, quizás 6 ó 7 días a la semana.  Los abogados androides de Bufetes no saben lo que es una playa o una Misa, al menos de manera consistente.  Viven y duermen ordeñando a la vaca, que a veces se pone flaca.
Pues volviendo a las bondades del 18, cada tantos días hay una fiestecita y todo se paraliza, la Madre si no participas.  En las Navidades, las parrandas son 24/7 en todos los pisos y gozas bastante.  Si tienes suerte hasta marido o esposa consigues y los “hardcore” se buscan su chillita o amiguita, que suena más “light”.
No se equivoquen. Se vacila pero se trabaja. Las agendas de los abogados están repletas y las secres trabajan por dos.  Recuerden que el Negociado atiende mayormente a los menesterosos y pelaos, que son miles literalmente, por ende el trabajo es mucho, mucho.  Si te descuidas, los expedientes se multiplican a cientos y te chupa la bruja. Hay que ser Bravo pa’ trabajar en el 18.
A fin de cuentas, el 18 es una aventura.  Si sabes bregar con sus losetas y plafones y momentos de “stress” y crisis sales a flote y eres más o menos feliz.  Es cuestión de buscarle la vuelta y saber cómo y cuándo tomar el dichoso ascensor para llegar a tu destino próximo. Y, como diría un fiel empleado gubernamental de raíces macondianas: “cógelo suave, que es pa treinta años.”
Este Macondo fue escrito en el 2005 si no me equivoco, cuando todavía era yo seminarista.  Lo refiné ahora en el 2011 cuando estoy a punto de ser beatificado en vida.