martes, 21 de agosto de 2012

El Enganche

Ágil y veloz me dirigía a un mitin político, cosa rara en mi que nunca he estado en esas cosas.  Conduzco mi auto a cierta velocidad, suena algo extraño, pensé en goma, en alambres, en goma que no sirve, que me atrasa, que me quita la velocidad, que me aguanta y me limita.  Pensé en seguir, en continuar, en llegar.  El mitin era en Arecibo o en Hatillo y la goma no iba a llegar, pensé.  Cambio de brújula, de destino, viro en U, decidido, a la Carretera Vieja de Caguas, lugar de encuentros eróticos, besos y fresquería, en busca de una gomera enana que rastreé por Internet donde compro gomas de Canadá usadas en 35 pesos y me ahorro los 100 o 200 si es nueva, Pirelli, Michelin o de estirpe chino. Me recibe el dueño, con la truquería del comerciante que se las busca, con ganas de engatusar, de venderme más de una, o quizás cuatro nuevas, si me duermo.  Buscan el cadáver, revestido de alambres, y otra de ellas alegadamente inservible, con apenas un rasguño o pellizcada en el área visible.  Me decido por comprar una, el presupuesto es limitado, que raro.  Me la montan, voy en huida, al mitin, y el comerciante me dice que en otra ocasión me vende cuatro, que le de un cheque posdatado y que se las puedo pagar poco a poco.  Ajá, si, que no te doy ná, y sigo mi camino, con la goma nórdica usada que parece nueva, que me salva la vida política en ciernes, una que quizás debí haber comenzado hace diez años o no comenzar ná.
Voy a mi, sé que llego, ya resolví.  Voy por Bayamón, por el peaje, no me para nadie.  Le meto al chambón, el turbo se eleva, pura dinamita, y de momento, lo inexplicable, el segundo incidente del atraso.  El turbo comienza a escopetear, o una manga safá, a dar halones, se jodió el cloche pensé, unos vecinos del Expreso me hacen señas, la peste a humo me inunda y el humo se hace visible.  EL HOT de la temperatura es evidente ante el humo y miro el tablero y no es mentira.  A la altura de Toa Baja, en el Expreso, en una Salida, me alineo, a merced de una mangosta rabiosa o un alacrán salvaje, y de basura visible y de calor que me sulfura y llamo a Celu rescate y maldita sea la retajila de preguntas que quién soy, que dónde vivo, que en dónde me encuentro, que si vivo en una urbanización, que cuál es mi email, que el gruero llega en tanto tiempo, que carajo mándame la grúa que llego tarde al jodido mitin, que soy nuevo en esto, que no me he puesto la camisa del Partido todavía, acaba y llega y resuélveme.
Decido mover el auto, el turbo, con ganas de incendiarlo o tirarlo por algún barranco cercano, caigo en una gasolinera, un oasis, entro adentro, hay airecito acondicionado, y me llama el centro de mando del gruero, que tenían mi numero de celular mal anotado, y me llama el gruero y me dice lo mismo y le digo que no es mi problema y que llegue, que no llego al mitin, y ya sé que no llego, que me voy trepao en grua a donde vivo, de regreso.
Y llega el gruero, pero antes llega otra grua y otro gruero, y le pregunto si es de Celu rescate y me dice que trabaja para ellos pero que no lo han llamado. Y lo ignoro, y espero por el gruero que me toca, que va más de una hora y no llega. Y finalmente llega, con cara de guardia trasnochado y dice le falté el respeto porque no le hice caso a su reclamo de que tenia mi número de celular equivocado, y me dijo finamente que me joda y que me busque otra grua. Y lo ignoro, y le doy la espalda, para evitar irme a las manos y perder mi licencia y otras cosas.  Y me mandan a otro gruero, un pelón de 20 años, que es el que vino primero, el que había ignorado. Y me engancha el turbo, con goma usada canadiense recién comprada, y hablamos de mi, y de él, de que es graduado con honores de la High, y le digo que su cuate gruero lo tomó muy a pecho, y que iba para el mitin y que ya no llego ná y de otras cosas, para matar tiempo, para llegar de donde salí.
Finalmente, llego a donde llegué, al hogar, me tiró en el sofá, pensando si valió la pena levantarme para ir al mitin, o si la playa cercana era el destino a seguir.  A fin de cuentas, lo mismo da, en Macondo, nos divertimos si no nos volvemos locos antes. En el futuro otro mitín, o quizás enganche, habrá.