Casa llena en el Coliseo Roberto Clemente. La euforia reina. Carlitos Arroyo corre como gacela en penetración y Ayuso la tira de tres y la atina con pose de verdugo. Previo a esto, en décadas no tan lejanas, el feudo de los Cangrejeros y los Cardenales era mítico. Butch Lee se suspendía en el aire, Freddy Lugo relampagueaba con guapería fina, el mago Blondet erizaba a la fanaticada con pases traídos de otro mundo, Earl Brown campeaba con codos de acero, Robertito Vigil con su fino dribleo, Tony Díaz, el blanco, haciendo de todo y Pipo Rivera con la yompa inmisericorde. Del lado del Cangrejo me acuerdo menos, siempre seguía a los Cardenales de niño, pero quien no se acuerda del legendario Centro Teófilo “Teo” Cruz y los pininos del flaco Quijote antes de hacerse ídolo con los Mets.
Y, ya los Cardenales hace rato no existen. Y hace poco los Cangrejeros tampoco. Esa magia del Deporte Rey de Puerto Rico y de San Juan se fue a pique por disputas tontas de índole politiquero. Ante ello, el Coliseo Roberto Clemente lloraba y sus butacas destilaban polvo e invitaban a roedores ante la falta de actividad deportiva.
Y el guaraguao dormía empachado de carne cangrejera y de pájaro cardenal. Y surgió una pitirre que invitó al menos al cangrejo a salir de su cueva silenciosa y solitaria. Y ambos reían de contentura. Y el cardenal tuvo al menos esperanza que algún día se recuerden de él y de los gloriosos campeonatos obtenidos en el pasado y que lo revivan de algún modo.
La tregua es necesaria y el deporte es, junto al arte y las letras, manifestación divina que aquieta la violencia y la tristeza, es ese bálsamo que va por encima de la politiquería y cualquier conflicto económico que pueda surgir. Sin estas manifestaciones, somos nada, estamos muertos en vida. Y con ellas, respiramos, se nos agita el corazón, nos deleitamos en la victoria y sentimos la derrota que son parte de las emociones que nos hacen de carne y hueso. Son circunstancias que nos sacan de la rutina y nos llevan a la pureza de lo que somos y nos permiten ser niños y niñas por un rato, lejos de los problemas en que vivimos.
Esperemos que la pitirre, el cangrejo y el cardenal sean felices y el guaraguao se vaya lejos a fronteras lejanas de Macondo a comer de otras carnes.