domingo, 7 de abril de 2013

Brenda

Su nombre es uno que siempre me llamó la atención.  Conocí a varias antes que ella con el mismo nombre.  Y no fueron.  La conocí en el área de trabajo, cruzábamos a almorzar y cruzábamos la avenida flotando, en un compás, atravesado autos sin pensar.  A la salida del trabajo, paseábamos y caminábamos a la vuelta a la manzana, ella a son de caminata rápida, con trancos largos y su perra brincoteando, y yo con pasitos cortitos tratando de no quedarme atrás.  En las carreras rápidas, la vencía con dificultad, todavía le quedaba rapidez de sus tiempos de velocista en la escuela secundaria.
La primera salida fue al tenis, cancha  privada en el Parque Central, que sirvió de cómplice en la etapa de amistad.  Ese día conocí a mi compadre, y pregunté a ella que tipo de droga usaba al verlo tan acelerado.  Luego me fui dando cuenta que el hombre nació así, para bien o para mal.
Ella siempre tenía las piernas broceadas, su relación con el sol era una de privilegio y amistad.  Recuerdo cuando en una convocatoria en un salón mi ojo derecho indiscreto buscaba ángulo para deleitarse con el mencionado bronceado.
Antes de conocerla la veía cruzar la avenida con alguien que no conozco. Un tipo de celo irracional era señal de mi atracción hacia ella.  Luego de cierto titubeo normal, decidí atacar.  Entré a su oficina,  controlé el pulso, eché con la mirada asesina a un abogado imprudente que apareció si invitar y a ella de manera imprudente le pedí su número de teléfono con la esperanza de que me lo obsequiara.
Nuestro noviazgo fue uno que creció.  Con altas y bajas, pero en crecimiento continuo.  Recuerdo cuando le robé el primer beso en el parque de su condominio, no había otra que no fuera esa movida arriesgada.  Tenía cierta cautela ya que era mi primera y única amiga y luego novia y luego esposa abogada.  Eso claro está tiene sus pros y contras, ya que una pareja de litigantes cada cual siempre cree tener la razón.
Nos comprometimos en un restaurant chino recuerdo.  Ahí fijamos la boda.  Nos casamos un 24 de diciembre, en la mañana y ella estaba preciosa.  Ambos descalzos, en la playa, ante el mar, nos casamos y no miramos atrás.
Su sonrisa es una que busco.  A veces el trajín y la preocupación de ser padres, hace que su sonrisa se esconda, pero cuando aparece, se abre el cielo de par en par.
La playa es su aliado, su remanso de paz.  Le gustan los Jeeps, las motoras, viajar a sitios exóticos, le gusta la fiesta, el baile y la bulla. Es amante de los libros, de los buenos perfumes, de los Cosmopolitans, de los zapatos, de la moda, de la kaipiriña, de los mojitos, del salmón, de las batidas de frutas, del cereal, de los desayunos, de las almendras con yogurt, de los limones, del naturismo, del cine, del Viejo San Juan, de lo oculto y misterioso, de Brian Weiss, de sus amigos y amigas, del paddle boarding, del kite boading, de la música, del Facebook, de su Ipad y su Iphone, de sus caminatas, de Culebra, de Nueva York, de Paris, y de su hijo e hija, de su familia y espero yo.
Le gusta llevar su pelo rubio, tener su piel color blanca transformada en color canela por los rayos del sol. Busca horizontes nuevos, en silencio, sin criticar y sin manchar a otros.  Le gusta soñar, es emprendedora, algo terca quizás, pero encantadora a la vez.
Hace 8 años la conocí y hoy le regalo este escrito con el corazón, con el alma y algo más.

martes, 2 de abril de 2013

Grado 10 farenheit

Mundo logico, alegadamente.   Lucha, se sensible, adora a dios, y todo cae en su lugar.  Te despiden de tu trabajo, te tiran a la calle sin piedad, oídos sordos, risueños, regordetes y sin piedad.  Y les digo que tengo un hijo de seis y una de cuatro que suman 100 grados en la indiferencia del que te escucha.
El veneno me corre bien adentro, controlado a diez grados farenheit por el rosario metalico marron que me cuelga del pecho.  La temperatura volcanica quiere explotar, los brazos quieren tirar algo caro para verlo romper.
Algunos te dicen que des mas, y los escucho con la paciencia de Job, controlando los instintos cinta negra que hay en mi.  El veneno de la frustracion me quiere vencer y la rebeldia de mi alma hace que los acentos de las letras ignore sin cesar.  Solo quiero que el tiempo vuele, bajar a grado diez y no perder la fe.

Llamo a  los amigos que valen mas que la humanidad.  Escuchan, alientan y me bajan la temperatura a grado diez farenheit.  Pero el veneno sale por la axila derecha y me penetra el ventriculo izquierdo y me corre por el femur derecho  y toco el rosario de metal oscuro y me baja la temperatura a grado diez farenheit.
La ilusion sube y se desvanece, se riega, se dispersa y me confunde, me conozco menos cada dia, tipo alzheimer, donde conozco a los otros cada dia mas y me conozco yo cada dia menos.
Me contento con volver a aspirar a nada, a ser un  anonimo que vive sin ambicion,  y asi evito la exigencia social. Y de momento me crezco y vuelvo a sentir la ambicion, en grado diez.
La temperatura se desvanece, se gasifica y se estabiliza en 10 grados farenheit.  El frio me abacora y me hace sentir bien.  El rosario de metal oscuro me sirve de baston y de sosten y me alejo del poder, la ambicion y la insensibilidad, y me hago libre al fin, en grado diez.