jueves, 23 de febrero de 2012

La bici

Hoy, a raíz del incidente en que se vio involucrado un legislador, surgen mensajes genéricos y prefabricados en contra de la violencia contra la mujer.  Los mismos se basan en clichés reciclados sin base racional.  Los políticos y la prensa los emiten como muñecos de ventrílocuos, repartiendo moral con toques de hipocresía.
La violencia entre parejas no debe existir pero hay qué definir qué es violencia.  ¿Es violencia que un hombre asesine a su esposa con un machete? Sin duda.  ¿Es violencia que una mujer cachetee a su marido si este se liga a una rubia en la playa? Quien sabe.  ¿Es violencia si un hombre arrolla a su pareja y la deja sin piernas? Sin duda. ¿Es violencia si ante el stress económico de la pareja la discusión escala y vuela por el techo un carajo? Quien sabe.
Ser figura pública tiene su precio. Puede la persona cuidar su imagen, ser un Ironman del deporte, educado, hábil ante el sagaz micrófono del incisivo periodista, pero si la suegra marca el 343-2020 o el 911 y lo chotea, le pudiese vaciar las gomas de su bicicleta política. 
Las alegadas palabras soeces proferidas son sujetas a credibilidad, a que un polígrafo objetivo lo determine o a sentar a un tercero, que en este caso es una pequeña víctima de cinco años que presenció el alegado evento. 
En caos como estos, hay que irse mucho antes.  Mucho antes de que la testosterona te nuble la psiquis, te agite el ventrículo derecho y te cuque la lengua.  La prudencia y la discreción, baluarte de los políticos a la hora de hablar, puede sucumbir en un momento de pasión, de emoción y de discusión. 
Pero, incidentes aislados son incidentes aislados.  No son correctos, pero son aislados.  Las personas, lejos de ser referidos a un F.E.I. o sentados en un cuartel, o pedirles que se retiren del ruedo político, deben ser referidos  a profesionales de la salud mental, para bregar con su pareja, o para largarte de la casa si es el caso y bregar con la situación.
Los latinos, hombres y mujeres, somos bravos, temperamentales, mezcla de razas, creando una especie de pitbull que puede ser muy cariñoso o muy destructivo.  No estamos hablando de un suizo en los Alpes, estamos bregando con boricuas en el tuétano de la violencia, de la droga, de los asesinatos, de la problemática económica y de los entuertos políticos.  A eso, añádele ser padre, modelo a seguir, profesional y etcétera, etcétera.  A eso, añádale que se te olvido hablar con tu pareja, a sacar tiempo, a verla como una amiga, o viceversa, como tu amigo.  No es difícil perder la chaveta, pero muy fácil perder tu status de prominente ante los buitres que asechan.
Palabras soeces, se dicen en las películas de Hollywood, en los juegos de baloncesto cuando el fanático le grita al arbitro, los adolescentes las dicen en cada oración porque es cool, así que la ambigüedad nos permea y nos confunde. El techo de cristal es latente.
Aparte, en medio de una discusión en escalada, en avanzada, en plena campaña, hay que contar hasta diez, y montarse en la bici, para evitarse problemas.  A veces es lo menos querido, pero lo inevitable.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Ceniza

Hora de almuerzo, encomienda distinta hoy.  A toda prisa me dirijo al banco a realizar un pequeño depósito de mi pequeño presupuesto, a mi madre.  Es que en estas épocas son pocos los que tienen grandes presupuestos.  El sol calienta y la brisa fría opaca un tanto su poder asfixiante.  Entre turistas jinchos y uno que otro deambulante llego al banco en el Viejo San Juan.  Digo banco a nivel genérico para no hacerle publicidad y menos a éste que es un pulpo insensible de garras finas.
La chica teller me mira con cara golosa, su piel es india, inquieta y mis ojos casados la miran con cierto respeto.  Realizo la mini transacción, ridícula ante la suma depositada, pero para pan y leche dan y algunos litros de gasolina quizás. Ante la ligereza extraña de la transacción, ya que lo común es joderse al menos diez o quince minutos en la fila bancaria, decido subir escaleras, bordear el Teatro Tapia, seguir subiendo y caer de carambola en la Iglesia San Francisco, para sacarme un poco los demonios de adentro.
En mi despiste eterno, no recuerdo que es Miércoles de Ceniza.  Los bancos de la iglesia no dan basto y hay gente de pie en los pasillos.  En días normales, sobran los bancos al punto que puedes recostarte y tomar una siesta. Pero hoy todo el mundo quiere que le pasen la ceniza en la frente y consagrase con Cristo.  De reojo miro a los lados y saludo sin querer la imagen de Charlie, el Beato.  Ya es hora de la comunión, la Misa está terminando.  La fila es enorme para comulgar y solo me queda pararme en el pasillo y esperar.
En la espera, Macondo se apodera, si porque Macondo tiene poderes que osan hasta a la mismísima Iglesia.  Entran dos cuarentonas, de esas calentonas y coquetonas que creen que tienen quince. Me quedo impávido, serio, con cara entre santo y bouncer.  Las chicas, en medio de la comunión se secretean algo que no percibo, se ríen entre ellas y una le da un palmetazo a la otra, cosa de bromas, de chicas juveniles que recién entra en la regla.  Así como llegaron, así se fueron, dando su pincelada macondiana al Miércoles de Ceniza.  Lo que no sabían las babies es que su acto es uno que provoca un espiral, un efecto dominó que es inevitable en Macondo. 
El primero de los sucesos, la pasada por mi lado de un juez.  Lo recuerdo de un caso contra alguien al que defendí, acusado y luego condenado por actos de fraude. Recuerdo su proceder ambiguo, inconsistente, en aquel caso. Hoy, el juez  iba con su regio traje y corbata clara, creo, planchados ambos a la perfección, con aura de importante.  Sus labios pequeños, finos y serios acababan de comulgar.  
Luego, el segundo suceso de Macondo, más marcado, de mayor espiral y efecto dominó.  Detrás del juez, no necesariamente acompañándolo, venía ese ex legislador que está de moda, cuyo nombre me reservo, al igual que el del juez, por respeto, por vergüenza ajena y a saber porqué.  Es ese al que le tomaron fotos atrevidas, de lunar ancho tipo Chacón en la sien, que quizás tuvo algún futuro prometedor en la política. Hoy, andaba con t-shirt y mahones, juvenil, como las chicas que llegaron y se fueron unos minutos atrás.  Había comulgado, y con todo derecho, como ser humano que es.  Pero, sin ánimo de juzgar, cuidado con los contrastes, especialmente si eres figura pública y tienes hijos que proteger.  Es una ironía insensata quizás, el derecho de expresión, de haberse liberado, que choca con la burla y el morbo de una sociedad que ataca basada en machismo y fundamentalismo muchas veces.
Tres circunstancias en cinco minutos, en medio de una procesión sagrada, un Miércoles de Ceniza.  Tres mentes, con algún grado de ceniza inmersa, que les hace actuar de manera incongruente e imprecisa a veces, guiados por el poder de espiral, de dominó, de nuestro querido Macondo.

lunes, 13 de febrero de 2012

Qué o Quién

Qué es eso, ese dato, esa circunstancia, ese pormenor o acto del destino que nos lleva a ser quienes somos.  La fortuna de unos y la desgracia de otros. 
Qué determina que una persona nazca deforme, o sin inteligencia, o destinado a morir de cáncer a los ocho años. 
Qué determina que algunos nazcan en familias pudientes, lo tengan todo, salud, dinero e inteligencia desde que nacen. 
Porqué hay personas que viven sobreviviendo y otros dependen de los excesos para mantenerse vivos. 
Qué es aquello que determina que unos nazcan en Suiza y otros en Camerún. Otros en el guetto de Harlem y otros en el centro de Manhattan. 
Qué determina que una nazca para ser Miss Universe y otra sea la burla por su fealdad. 
Quién o qué determina la raza, el ser negro, pelirrubio o colorao.
Quién determina si eres judío, ateo, budista o católico.
Qué o quién determina si eres líder de masas, o burócrata, o millonario o si recibes una nevera en el caserío y le regalas el voto al político cada cuatro años. 
Qué determina si eres el tenista número 1 del mundo o si eres el mero arbitro de líneas que canta las jugadas de adentro o afuera. 
Quién tiene derecho a ser feliz, bajo qué circunstancias, condicionadas, qué día de la semana es el día para ser feliz, lunes, martes o sábado o todos. 
Quién tiene derecho a reír de verdad y quién lo hace de manera fingida. 
Quién cuida del enfermo y quién es el enfermo a ser cuidado y por qué hay personas que no están enfermos y tampoco cuidan a alguien.
Qué determina la violencia, la apatía y el egoísmo o qué determina que haya gente que da su vida por el otro y dé sin pedir nada a cambio. 
Qué determina que uno se calle la boca ante la injusticia y otro la denuncie a los cuatro vientos. 
Qué determina que alguien se coloque bombas en su cuerpo y explote por un acto, o transporte bolsitas de heroína en su estómago o mate a alguien en un acto sicótico. 
Qué fuerza provoca que alguien aspire nicotina, o se adentre en la marihuana o el éxtasis  o aspire coca sin miedo y sin pausa. 
Qué hace que alguien medite en un templo día y noche y no emita palabras y otro quiera viajar el mundo, y otro le tenga pánico  a los aviones, o al agua, y otro desafíe olas gigantes en una diminuta tabla de surfing. 
Qué provoca que alguien corra el Maratón de Nueva York y otro necesite andador para llegar  de un cuarto a otro.
Qué determina que alguien ame a los animales y otros los envenene de manera perversa.
Qué provoca que alguien devore libros y ame el conocimiento y otro viva de la brutalidad y sea analfabeta.
Quién aspira a más, a tener retos, y quién es aquel que vive de la conformidad y de que ocurra lo menos posible que le altere su zona de comodidad.
Qué hace que alguien coma carne en exceso y otro la critique y coma tofú y tomates.
Qué nos hace ser diferentes, unos buenos, otros malos y otros en puntos medios.
Qué hace que peleemos, que discutamos, que nos amemos, nos abracemos y luego nos odiemos otra vez. 
Qué nos hace acercarnos al Creador y luego distanciarnos de Él.
Qué nos hace ir, qué nos hace venir, que nos hace perdernos en el bosque y luego encontrar la brújula para regresar.
Qué nos hace ser libres, qué nos limita y qué nos confunde.
El qué y el quién, quién sabrá qué lo inventó o en donde comenzó.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Luna Llena

La luna se asoma entre las nubes, en una noche transparente, medio mágica, media bruja.  La gente se acomoda, toman energía prestada de la luna llena, del fuego de la fogata.  El hombre de la barba perfecta, el líder, dibuja con un tronco un círculo perfecto alrededor de la leña, atrayendo energía, vida.
La playa es el lugar escogido, el mar es el cómplice de este evento.  Los niños corren por la arena, de noche, sin trampas, sin moldes, en la libertad.  Jugueteo continuo en contraste con el evento de la luna.  Me acerco a la orilla, para limpiarme, eliminar esa flema enfermiza, rescatar mis bronquios, calmar mi mente y estirar mis piernas trincas. 
El grupo de cincuenta humanos nos sentamos ante el barbudo.  Mentes inocentes escuchando con recelo, a este extraño con buenas intenciones. Uno más viejo, con una sola pierna y prótesis, limpia el alma de los presentes, uno a uno, dándoles vueltas como trompo, sacando al espíritu intruso o al menos domesticándolo un poco.
El barbudo comienza su charla, habla sobre la luna, la energía, el zodíaco, pide a la gente sus nombres al ritmo de tambor y flauta, y pide buenas noticias de los presentes.  Habla de la armonía, de la búsqueda, de lo orgánico, de la paz, de la unión y de la inseparabilidad de las religiones. Me pierdo un rato, a propósito, me voy a la orilla del mar con mi niña, a respirar iodo y a mecerla, como helicóptero humano y verla reír, y ver su pelo rubio vivir en la noche.
Noche de luna, momento hipnótico ante la fogata, ante seres humanos que buscan algo más, conectarse a lo divino, a lo surreal, a lo místico.  Una vez al mes, cuando la luna está llena, el tambor y la flauta se encenderán, el fuego reinará y los humanos caeremos en la trampa de la libertad, lejos de lo mundano y de la rutina, al menos por un rato, que parece una eternidad.

Pasillo Frío

Nadie hace nada y poco puedo hacer yo.  Caminando, pululando, pendejeando por pasillos sin forma, con pisos blancos lustrosos de cera y cuadros sin vida, sin forma, sin causa.  Años de estudios perdidos, sin recompensa, sin vida, sin sentido.  Años de litigación, de enseñar mi identificación de colegiado a la entrada del tribunal, de sentirme parte de un grupo, de ser alguien dentro de un universo de abogados.
Ahora, perdido en un cubículo, encerrado, cautivo, en un edificio enfermo, de tuberías comidas de polvo y sucio, con una computadora vieja, sin vida y sin forma, conectado al Internet, aprendiendo asuntos legales, como conectado a un cordón umbilical torpe y sin sentido.  Busco información, como un principiante, sin firmar documentos, sin aprecio, sin rumbo y sin sentido, sin representar a nadie, sin defender nada ni a nadie.  Nadie sabe nada, nadie ayuda, ni yo mismo quizás, en el abismo de la tontería, de esperar, de buscar y no encontrar, mientras otros hacen sus grandes carreras, con rumbos quizás, de algún tipo, de algún sentido.
Encuentro sosiego al mediodía y por las mañanas, el ancho mar, las barras de acero del gimnasio olímpico y hago mi parada semanal ante Cristo en la Iglesia San Francisco en el Viejo San Juan.  Los pelicanos son mis aliados, el iodo del mar, las olas eternas, lentas y con vida que contrastan con los pasillos fríos, los baños siempre en el mismo lugar, la biblioteca sin vida, con gente que habla en tonos demasiados altos, con la supervisión de Gestapo y absurda, donde mi licencia es un mero símbolo, sin vida y sin sentido.
A las 5, a la salida del trabajo, mi corazón palpita, se enciende, mis hijos, mi esposa, mi gata, mis deportes, mi madre y mi padre. A las 8 del otro día, a la entrada, mi corazón se apaga, se va a neutro, se deprime y se comprime. 
¿Quién me ayuda a salir de aquí y conservar lo bueno, la Iglesia y mi gimnasio olímpico y mi mar? Nadie, quizás es todo retórica, fantasmas que aparentan estar ahí y se ríen, se burlan y yo, camino por los pasillos fríos, sin vida, y miro los cuadros eternos, sin vida, que no se mueven y se ríen.  Y a veces veo a algún político, de esos que tienen la barriga llena de mierda, de camarones y de langosta y se montan en SUVs que les paga el pueblo, y me enfurezco y me calmo, y sigo mi camino mirando al mar, y caminando por los pasillos fríos, entrando a mi cubículo, ante mi computadora aliada, que me acompaña, pero que no es suficiente lamentablemente.
Intereso ser fiscal, ser grande, reconocido como un buen litigante.  Tener más dinero y vivir tranquilo lejos de los pasillos fríos y de los cuadros que se ríen y se burlan mientras camino y me asomo al ancho mar, para seguir cuerdo dentro de esta locura que vivo.