La otra cara de la moneda. Es que la temperatura hay que tomarla de parte y parte. Es como cuando dos boxeadores se miden en un ring. O como cuando dos experimentados litigantes entran a un juicio. O cuando una leona se enfrenta a tres hienas. Se toman la temperatura primero, antes de enfrentarse.
En este megarevolu enchilado del aeropuerto Benito Juárez el 99.9% de la población está perdida. Perdida por dos razones. O no tienen todos los hechos ó de tenerlos, no los entienden del todo o nada entienden, punto. Si, porque de tener los hechos, son telarañas espaidirianas (viene del castizo Spider Man), de matices no solo contractuales, sino también financieros, económico y técnicos a la décima potencia. A eso, añádale la falta de buena voluntad que pueda tener el comprador que está ahí obviamente por la ganancia y no por obra de caridad.
La transacción de la venta del aeropuerto no puede ser vista solo en términos de si es un buen negocio para los charros ó para los boricuas. La realidad es que, según se dice, la Autoridad de lo Puertos, y lo relacionado a ésta que no puedo especificar en este preciso instante, tiene un desbarajuste presupuestario que no lo salva ni el médico chino (ni su enfermera asistente) y la alegada única salida es vender o alquilar o cómo tu quieras llamarlo.
Confieso que los números no son lo mío. Digo, hay quienes son peores que yo interpretándolos, y por mucho, pero jamás me atreví a tomar Cálculo y compañía. También confieso que me pierdo en esas explicaciones rimbombantes de porcientos y estadísticas y de tablas y algoritmos que explican el porqué si y el porqué no se debe vender el Juárez. Así, que, ¿quién soy yo para decir si se alquiló o se vendió o cómo tú quieras, de manera adecuada?
Si, porque tu perdóname Darling. Está bien chévere sacar la mono estrellada, es más saca la que tiene el azul celeste revolucionario y trépate al alto del poste, y canta Verde Luz en medio de la Baldorioty de Sinaloa, digo de Castro, pero hay veces que hay que trascender, hay que tomarle la temperatura a la inversa al jodido berenjenal deficitario (perdona el disparate lingüístico) en que vivimos.
Es más, vamos a suponer que lo que dice el inaugurado Gobe no es cierto, que la deuda es de embuste. Oye, y lo contrario, ¿y si dentro de nuestra ignorancia numérica, financiera, algorítmica y todas las primas de éstas es verdad lo del embrolle? ¿Y si le dejamos el apellido de prócer de Barranquitas y luego en mayo no hay para pagar la nómina y hay que despedir? Ah, ¿entonces a sacar la bandera del Grito y a cantar La Muralla en la Avenida Baldorioty de Juárez, digo de Castro?
La realidad es que estamos en un trauma post-partum de la era del Fortuñato donde los flashbacks de APP, de privatizar y de insensibilidad gubernamental abacoran nuestras endebles y frágiles mentes. Todos estos síndromes se los queremos infusionar, inyectar, tatuar y plasmar al caballero que acaba de llegar a Fortaleza, como si fuera gemelo siamés del que se fue. Es como si quisiéramos continuar con ese síndrome de la mujer maltratada. Oye, pero ¿y porqué? Dale un break al hombre, a ver que tiene en la bola, a ver si le recta es de 60 o si es de 100.
Seamos sensatos, tomemos la temperatura con termómetros modernos jai tek y no con termómetros de plástico forrados con estribillos y nacionalismo selectivo que raya en el fanatismo. Seamos sensatos y no veamos todo en términos de buenos contra malos, pitiyanquis vs albizuistas, soberanistas vs. colonialistas, blanquitos vs. tronquistas, rojos contra azules o verdes contra anaranjados.
Tomemos ejemplos de países de avanzada y vamos a movernos hacia caminos nuevos donde salgamos de este atolladero. Esto, sin perder nuestra dignidad como Pueblo y respetando las diferencias que son las que nos unen.
Dale, a tomarse la temperatura a la inversa a ver que sale.