“Liquídame las vacaciones acumuladas y días por enfermedad acumulados. Yo no me enfermo jamás, soy un caballo de hierro. Vacaciones, ¿para qué las quiero? Hay que servirle a mi país, meter mano.” Así decía el saliente alcalde a la Mis de Recursos Humanos ante su inminente partida de la poltrona municipal.
Sería interesante violar si se puede la famosa Ley HIPAA y mirar esos expedientitos médicos a ver si el flamante alcalde agarró algún catarrito y fue a consulta. O quizás darnos una vueltecita por la agencia de viajes y ver si alguien nos chotea sobre las reservaciones a Las Vegas o a Paris. Pero no, ¿para qué hacerlo? Si ese alcalde o alcaldesa y esos subalternos se comían esa oficina y llegaban a las 7 a.m. y se marchaban a las 11 p.m. “non estop”. Si, porque ellos se lo merecen, hay que liquidarles esos días por vacaciones y enfermedad, so pena de ir a los tribunales a reclamar lo que por ley les pertenece.
Y esos Bonitos de productividad, ¿qué me dices? Pues muy merecidos, que la chica, si chica aunque tenga sesenta, era el alma de ese municipio, ese motor de motora Harley que movía ese presupuesto, y velaba porque se hiciese obra en ese municipio.
Oye, ven acá, y esos prestamitos de cuatro o cinco millones aquí, y siete u ocho por allá y catorce o quince millones más después, todos a pagarse a treinta años. Si, eso es necesario, porque eso es progreso, y le llena el ojo a la gente toda esa obra construida, y así les damos tela a los contratistas para que breguen bien en la campaña y aporten. El déficit, la deuda, el “kach flou”, que se lo lleve el diablo. Y el dinero del pueblo y los fondos públicos que les llenan el bolsillo, pues a mi que, que mi líder se quedó sin trabajo y tiene que tener una reservita en el banco en lo que monta oficina o se inventa algo o llegan las próximas elecciones y se monta otra vez.
Oye, y si no es eso, búscate la grasa, el alicate, el martillo, y el destornillador que aquel se quiere atornillar hasta el ñu, en esa Junta de Seudo Importantes, que mandan en una de esas corporaciones públicas y se tiran tres peos al día en la butaca de cuero nueva cuando se reúnen una o dos veces por semana. Oye, y móntenlos en un elevador privado, que tenga aire acondicionado, espejos y música suave de fondo y si es americana mejor, que no quieren verle la cara a los chusmas empleados de carrera, a esos insulsos que los miran mal y con la cornea y retina los insultan y los quieren matar. “Si, porque yo merezco estar en esta Junta de Directores, o ser Presidente del más cual organismo, porque yo fui fiel al partido, y fui a los mítines y lambí ojo, así que esto es mío.”
Y si no es la Juntita, o si no te dan el Bonito de 100 mil pesos, pues colócalos en la Judicatura o en el Departamento de Justicia, nómbralos juez o jueza aunque al decidir un caso judicial le tiemble el pulso más que a un paciente de Parkinson o nómbralos fiscal para que metan preso a la gente aunque nunca hallan llevado un caso criminal, o peor aún, no hallan pisado un tribunal jamás. Pues que importa, si es un tipazo o una tipaza, si tiene una sonrisa preciosa, y su ética es intachable, y trabajó en la redacción de leyes en la Legislatura, o tuvo oficina por un tiempito en un callejón de Caguas o de Carolina. Dale eso que eso es de él o ella, 12 añitos en esa silla vieja de cuero, con la esperanza que en el año 11 se trepen los suyos otra vez y vuelvo a la jauja y al traqueteo y al año 16 le den un Bonito, o lo nombren a la Juntita o le den otro puesto en la Judicatura o el Departamento de Justicia.
Mis amigos, lo anterior es la lógica en el mundo politiquero de Macondo, donde reina la desvergüenza, el chanchullo y el fanfarroneo. Seguiremos informando.