jueves, 15 de marzo de 2012

El Magnate

Camina por las calles de la pequeña ciudad, a laborar, a hacer dinero, a prosperar, a demostrar que es un hombre capaz, que nadie lo detiene, ni el mismísimo Demonio.  Se levanta temprano, a eso de las seis y media, a caminar, a tomar prestada energía del sol y del mar, para producir, para ser un capitalista más, de esos que van a ellos, siempre, que no se enferman, y que no necesitan de nadie, nadie.
Las relaciones para él son nada, las mujeres, van y vienen, un mal necesario quizás. Su inestabilidad es disfrazada por trajes, corbatas, y dos viajes de placer al exterior por año, quizás.  Su prepotencia entona en las mesas del restaurant, cuando el mozo no cumple a cabalidad, y él le ordena con neurosis militar.
Su familia, poco le importa, no son negocio, ni cliente, ni dólar en el banco.  Él se cree que es intocable, inmortal, y realmente es temeroso, inseguro, y disfrazado con traje, corbata y dos viajes de placer al exterior por año, quizás.  Cuando las cosas no son como él quiera, se encapricha, desordena, patalea e insulta, pero él puede, porque tiene American Express, tiene dinero en el banco, y tiene amigos de alta sociedad que lo quieren y admiran, piensa falsamente.
Su familia, desechable, holgazanes según él.  Si sus talentos no equivalen a dinero, no existen, y no son parte de la ecuación de triunfo. Si, porque para ser triunfador hay que ser positivo, tener la cuenta del banco gordita y estar nítidamente peinado y afeitado.
Su caminar es confiado, de aparente hombre realizado, pero detrás del traje, la corbata, la camisa bien planchada sin almidón y dos viajes de placer al exterior por año, quizás, existe un amplio vacío, una soledad que aflora y se mantiene, que desespera, y desaparece momentáneamente con una botella de vino, un buen pescado y frutas en su punto. 
El magnate no va a la Iglesia, ni procura a Dios, para él Buda es un chiste, ya que no equivalen a negocio, a clientes, o dinero en la cuenta de banco.  A Dios se visita por obligación en algún funeral, de algún amigote que muere, y se da cara para no quedar mal.
El magnate cree que es un muchachón, a si piensa falsamente, pero las arrugas kilométricas lo traicionan, y camina y se ejercita religiosamente por las mañanas, dice que está muy bien cuando le preguntan sobre como se siente, no le gusta que le hablen de la realidad amarga o de problemas, insulta para que la adrenalina se mantenga viva y no piensa negativamente.  La vida es corta, dice él, sin saber la connotación exacta de lo que dice.   
El magnate cree que se las sabe todas.  Ya tiene experiencia, ha vivido, tiene dinero y amigotes que lo saludan y admiran, y lo invitan a jugar golf o ir al último coctel. Nada lo detiene, y el que lo rete paga las consecuencias.
 Así vive él, día a día, disfrazado con un traje, una corbata y dos viajes de placer al exterior por año, quizás.  No piensa en la muerte, para qué, si eso no tiene que ver nada con los negocios, con los clientes, ni con la cuenta en el banco.
Al final, como todo ser humano, le toca al magnate enfrentarse al túnel que lo lleva de la vida a la muerte.  El momento no querido y no esperado para algunos y querido y esperado por otros.  El  mismo momento que le toca a unos a la edad de diez años  y a otros a los setenta y cinco.  Ese momento donde Dios se aparece, no en el funeral del amigote. Es ese momento íntimo, de complicidad entre Dios y el que muere. Y Dios mira al magnate cara a cara, a los ojos y no le pregunta de negocios, ni de clientes, ni de cuentas de banco. Le pregunta por la compasión, por el amor al prójimo, por la sensibilidad, por la discreción, le pregunta si pensó antes de hablar y antes de insultar.  Le pregunta si apreció a sus hijos, si los valoró, y le pregunta por su ego inmenso y prepotente, y le pregunta porqué no aprovecho las oportunidades dadas para cambiar su insensibilidiad y desprecio por los demás.  Y el magnate, baja la cabeza, sin saber que decir, y calla, sin dinero, sin clientes y sin negocios de que hablar. En ese momento se da cuenta que nunca conoció a Dios.  Lo que queda es un misterio, un vacío, un Infierno quizás, ganado por egoísmo, mala voluntad y todo lo demás.

lunes, 12 de marzo de 2012

La Ceremonia

Lunes, 12 de marzo de 2012, 10:08 de la mañana.  Día de esos normales, en la frontera con el aburrimiento, sin mucho ruido, sin mucho aleteo.  Hasta que el ruido llega, un sonsonete mayúsculo de bocinas y de aceleradores.  Eran unos cuantos, por decir poco, de los mentao four tracks, que llegan al Capitolio, acelerando como demonios, llevados en plataforma de pickups. Si, porque los conductores de four tracks son muy cívicos y jamás violan la ley, y saben que ir por la vía pública no es permitido y es ilegal.
Estos four tracks son de esos que hace unas semanas le quitaron la vida a una bella joven.  En ese caso, el four track era conducido por su novio, un boxeador de calibre mundial, yo no estuve allí, pero dicen que iba por la vía pública y en un acto de descuido chocó aparatosamente. En el choque, la joven sufrió golpes en la cabeza, cayó en coma y murió poco después.  Mientras tanto, el futuro del boxeador en el ensogado, en el deporte del toma y dame, quedó en coma, moribundo.  En el tribunal, en espera de que le sometieran cargos criminales, el boxeador llevaba puesto en su dedo la sortija que le había regalado a su novia. Besaba la sortija, cabizbajo, sumido en una depresión.
Esos four tracks son deleite de algunos políticos.  Chemo, el de los ojos achinados color esmeralda, de bigote prematuro, cazador excelso del Chupacabras, los defiende con su vida y no quiere cuentas con ellos.  Dice que son parte clave de sus avanzadas y en las actividades políticas alega que se organizan los vehículos de modo estratégico para que nada terrible suceda. Chemo ya dijo que el político que ose prohibir los four tracks no cuenta con su apoyo y manifestó que deben legislar para que puedan transitar por las vías públicas.  No es la primera vez que este digno alcalde habla palabras de sabiduría, recuerden cuando criticó las preferencias sexuales de Ricky Martin o dijo que el ex senador Héctor Martinez “era un buen muchacho”. Y el Chemo, estaba también en el Capitolio, apoyando a los muchachones y a las mamisongas, para que les den tablillas de motor a sus juguetes y los traten justamente.
Esos four tracks, al igual que sus primas-hermanas las motoras de aceleración, queman goma de manera demente, como cuando llegaba Tito Trinidad, o más recientemente Barea, o si gana alguna Miss Universe, o en cualquier actividad de celebración de pueblo.  Son como naves de Superheroes de Macondo, con tipos de todas formas y colores montadas en ellas, con cabellos acicalados por maquinitas de barbero de barrio, vestidos con pantalones con ruedo entre las rodillas y los tobillos, anchos, de polyester o de mahón, y cadenas Blin Blin y camisas marca Echo- de esas del rinoceronte- anchotas también, con tenis Jordan nuevos, de paquete, que pisan el acelerador con bravura, coraje y una mezcla de control y descontrol.
Pues hoy 12 de marzo los muchachones están histéricos y las mamisongas también, con sus mahones negrotes y apretadotes, en las escalinatas de Rivera Schatz, digo, del Capitolio.  El líder de los muchachones agita, trepado en una tarima con un letrero que dice Big Boy, y vocifera a sus panas, colegas y socios que va a comenzar la ceremonia y les ordena que se ubiquen en las escalinatas. 
Como parte de la denominada ceremonia, hay música de fondo, estridente, es de una de esas gringas del genero disco, no Lady Gaga, pero de esa misma cepa, música bailable con letra extraña. El humerete, la aceleración, la adrenalina loca, inunda el espacio.  Los four tracks llegaron montaos en pickups, y se apoderaron de la Avenida Rivera Schatz, digo la Avenida Constitución, en el lado sur del Capitolio. 
Las pancartas alusivas al disparate son parte de la ceremonia. Las mamisongas nalgonas, de mahones negrotes, apretadotes, miran a sus machotes con orgullo, y ellos con sus Blin Blin, alborotan, pisan con furia orgásmica el acelerador  y joden más que joden para que no le pasen alguna ley que les prohíba su exquisito hobby, o más aún, exigen para que aprueben una ley que les provea plenos derechos y puedan campear por las calles como lo hace un BMW o una Hummer.
Lo lindo de la ceremonia es que no hay discursos, solo la música de la nova Madonna, con el sonsonete musical creado por algún imitador de DJ Negro o Baron López y claro está, la peste a humo y el ruido del acelerador.  Paralizan la avenida, pretensiosamente, a la brava. Que se chave si hay un enfermo en ambulancia que tenga que salir del Viejo San Juan, hay que dejarse sentir dicen ellos, y la avenida es de ellos.  
En la avenida, se pueden ver filas y filas de four tracks, trepaditos lo más bonitos en pickups, acelerados por sus amos de manera bestial, en seco, organizaditos, por todos lados de la carretera, en contrasta con el desorden mayor que forman en sus actividades cotidianas de fin de semana, cuando están en movimiento amorfo y alocado por las calles rurales y semi-rurales del país, por la libre.
Y que me dices de los policías que velan por la seguridad de la ceremonia, si es que esto se le puede llamar ceremonia, como profirió el gran líder del letrero Big Boy.  Los policías, hombres y mujeres, son no menos de cincuenta, y se paran a charlar, sin ningún motivo ni propósito.  Pero, no faltaba más, si en nuestro Puerto Rico no hacen falta policías en las calles, si cada día hay menos criminalidad. Y todo debido a actividades sanas y familiares como es el uso de los bellos four tracks, buenos para llevar al nene de dos años sin casco en su cabeza, o a tu novia, o a tu mai o a tu bisabuela. 
Lo importante es que no lleves casco, uses Blin Blin, champions Jordan aniquelaos y las mamotas que coman mucha carne de cerdo para que sus caderas se vean más protuberantes cuando se sientan en el asiento duro del four track y ese mahón parezca que va a explotar.
Los muchachones, hoy 12 de marzo, llevan unas camisetas negras con letras blancas que dicen: “La Plaga: Te Exterminaremos en Noviembre 2012”.  La camisa tiene, además del aludido mensaje, un dibujo trili y tecato de unos four tracks y pintadas las insignias de los tres partidos mayoritarios en Puerto Rico.  ¿Y qué es eso? ¿Una amenaza? Que me expliquen. ¿Será que esto es un movimiento revolucionario?  La realidad es que no, ellos solo son unos muchachones sanos y ellas son unas mamisongas chulas, que meramente les gusta vacilar y comerse el pincho y tomarse la fría, mientras disfrutan de un bonito paseo en four track.  A ellos y ellas les gusta el alboroto, la peste a acelerador y llevar a los nenes sin casco en el four track.  Ellos y ellas solo quieren divertirse, pasarla bien, si muere alguien en el proceso es un pequeño y desgraciado accidente, y si no están trabajando hoy 12 de marzo es porque hay un propósito de vida, que es defender sus vehículos de legislación injusta que se los quite, que se los arrebate y no les permita pasarla bien en busca de la unión familiar y del porvenir de Puerto Rico. 
En resumidas cuentas, los muchachones y las mamisongas son punto y aparte, y junto a sus four tracks, son parte del germen de Macondo que nos corroe y nos deleita. Mientras tanto, ¡Que viva la Ceremonia!