viernes, 4 de enero de 2013

Aleluya, apareció el Ipad 2

Facebook, Twitter, Ipad, Ipod, Iphone, Galaxy, Lumia, Blackberry,  MP3, Nintendo, Wi 11, Playstation y sigue y sigue y sigue.  Lo electrónico hace rato es parte de nuestras vidas aunque consume nuestros vínculos y de alguna manera nos aisla unos de otros.  Pero, ir en contra de la corriente no es fácil y decidí regalar un Ipad 2 en la Navidad a mi esposa.  Lo haría en compinche con un buen amigo nuestro y padrino de mi hija.  Si, él aportaría la mitad del dinero y yo la otra mitad, sería un regalo mutuo, en forma de serrucho clandestino, anónimo, secreto y fantasmal.  Me explico. 
Mi esposa no podría saber nada.  La pobre vive jukeá a Facebook y lo disfruta a duras penas en su Iphone 4, el cual ella quisiera fuera el 5.  Su laptop es antiquísima, con el teclado mellao, diezmada y desgastada por ataques virulentos y despiadados de mi hijo, cuando juega video juegos en ella.  Por tanto, el Ipad es el camino a seguir, ahora más que ella comienza su Tesis de Doctorado en Literatura.
El detalle es que la búsqueda del Ipad comenzó tarde, un 20 o 21 de diciembre y en el lugar equivocado, Puerto Rico.  Si, porque en Borinquen las Ipad llegan por filtración y en las festividades, donde se regala a tutiplén, se van esfumando poco a poco.  En mi caso, estuve tres días y tres noches tratando de conseguir una.  Llamé a seis Walmarts, dos Best Buys, Modernica o Modernika, y nada.  Bueno, en Walmart-Fajardo alegadamente tenían tres, de color negro.  Pero, la política de la tienda no permite separarlas de un día para otro.  Irónicamente  la Megatienda permite “lay away”, así que de qué estamos hablando. 
Pensé en Modernica o Modernika o como se llame, la tienda de Apple en Plaza, llamé  y no contestaban el teléfono.  Pensé me cobrarían el Ipad un poco más caro pero no tendría que ir a Walmart-Fajardo, eso si, tendría que estacionar en K-Mart de Plaza, cruzar la calle velando que no me atropellen, porque no hay quien se meta en plena Navidad en el enredo del parking principal de ese afamado centro comercial.  Pero tres días y tres noches llamando a la tal Modernica o Modernika o como se llame y nada, ocupado o salía una grabación de esas sosas de un gringo computarizado diciendo que el buzón de voz está lleno.
El compadre, un colombiano bonachón, es el cómplice de esta misión y vive en Michigan, en Traverse City, en la frontera con el carajo, digo con Canadá.  Era complicada la logística y discutimos varios planes a seguir. Pensamos en comprar el Ipad allá y yo le depositaba dinero acá en su cuenta de banco boricua, pero lo descartamos ya que el envío del Ipad por correo ya no garantizaba que llegaría para el 25 de diciembre.  Otra alternativa era que él comprara el Ipad allá en Best Buy y que el sistema de la tienda lo registrase y yo la recogiese en Best Buy de Puerto Rico.  Tremenda idea pero eso no se puede hacer, el sistema operativo de la tienda no contempla este nivel tan sofisticado de compraventa, aparte que en Best Buy de Puerto Rico ya no habían Ipads.  Si, porque hacer un inventario y órdenes a tiempo para que sobren las Ipads en época navideña sería una herejía, una afrenta contra el régimen actual macondiano que rige en Puerto Rico.  Si, porque para encontrar un Ipad en Puerto Rico en Navidades hay que sufrir, joderse, jalarse los pelos, quizás pasar par de días en el Hospital San Juan Capestrano y demostrar que te lo has ganado, que te mereces el contrallao aparato.
Para alimentar más el caos, mi amigo y compadre colombiano me dice que en Traverse City están anunciando tormenta de nieve y que quizás se quedaría sin luz.  Éramos muchos y parió la abuela.  Y el problema es que cuando a mi se me mete una cosa en la cabeza es ahora, y hasta que no lo logro no paro.  Y sería capaz de tomar una avioneta y atravesar la tormenta de nieve para que me dé los malditos 200 pesos que le tocan.  O sería mentira, que no hay ninguna tormenta de nieve, que es un pretexto para él no salir de su casa y no cumplir con su parte, y no cooperar.  Será que era pura plática, si él fue él que propuso comprarla entre ambos cuando yo le dije que estaba corto de dinero y él insistió y yo dije que no dos veces pero ya a la tercera insistencia le dije que si, que la compramos entre los dos.  Bueno, a fin de cuentas, que resuelva él allá, que la misión está en píe y no se puede cancelar a menos que se acabe el mundo el 21 de diciembre como estaban anunciando los mayas. 
De momento me dice el compadre que ha dormido poco.  Que se acostó a las 6 de la mañana y que tiene mucho trabajo. ¿Otra excusa? Pero, para que se prestó, no jodas, cumple con tu parte que me creaste ya esta obsesión por la Ipad y hay que conseguirla a como de lugar.
Próximo plan, propuesto por el compadre y amigo. Yo llamaría al trabajo enfermo, con esas diarreas que te matan, si  porque te comiste algo que te cayó mal y no puedes ir a trabajar. Así, podría ir tranquilo a Walmart-Fajardo y conseguir el aparato. Llamaría a las 6 a.m. a la megatienda y procuraría que todavía no las han vendido.  A las 7:30 a.m. llamaría diz que enfermo al trabajo y a las 8 a.m. me voy a Walmart-Fajardo sin que mi esposa sospeche y piense que voy directito al trabajo.  Si, pero no se dio.  No recuerdo porqué, y ese día me traje a mi hijo al trabajo.  Si, es que el compadre estaba trasnochado y no podía ir a Money Gram a enviarme el dinero.  Si, el plan sería que me enviaría dinero, como cuando los papás le mandan kach a sus hijos universitarios cuando estudian en los nuyores.
Al otro día voy a una fiesta del trabajo.  Luego llamo al compadre.  Está hiperactivo, estrésico, y yo tanteándolo, toreándolo, no vaya a ser que lo haga enfadar y no me dé su parte del botin.  Me pregunta si hacemos la misión mañana, no sabe él que ya mañana es muy tarde, no siente mi obsesión, que tengo que regalar el día de Santa Clos y no el Día de los Reyes, y que las Ipad se van acabando igual como se acaba el mundo según  presagian los mayas.  
Finalmente, quedamos en que iría  en ese momento a Walmart-Fajardo, tarde en la tarde.  El Money Gram abría hasta las nueve de la noche y el Walmart abría 24 horas.  No hay problema.  Su esposa iría al Money Gram de Traverse City, me enviarían el dinero y todavía quedaban tres Ipads, de color negro, en Walmart-Fajardo.  Tomaría la Ruta 66, rapidito, y llegaría sin problema.  Voy escuchando a Bob Marley con los  nervios medios de punta ya que llevo tres días y tres noches bregando esta situación.  Ese mismo día había llamado a Walmart-Canovanas y me hicieron esperar dos horas para decirme no habían.   Ese día también hablé con el supervisor de Walmart-Fajardo y  me quejé ante la falta de planificación de ellos con el suplido de Ipads.  Amenacé con llamar a los Estados Unidos, si a Walmart de allá, a las oficinas corporativas, a quejarme y como si les importara, que dicen ellos que ya la orden de  compra está hecha, y que no dan abasto y estás en Macondo y esa es la que hay.
Sigo mi camino, por la afamada Ruta 66, rapidito, y llego a la tienda de Walmart-Fajardo, con GPS mental ya que no sé donde están localizados y la beba del cuadro telefónico estuvo media hora sin atender el teléfono y al final lo contesta y me explica de una manera trili-tecata cómo llegar y me bendice y me dice que llegue bien.
Llamo al compadre, me dice que su esposa ya está en Money Gram de Traverse City, es un quitao, ya la Ipad es mía.  Bombito al pitcher verdad.  Pues no, tranquilo que me toca joderme un poco más. Si, porque resulta que la tarjeta ATH no funcionaba, como tampoco funcionó el día anterior cuando mi amigo fue a Money Gram y su adorado indiecito hijo de dos años le había doblado la tarjetita.  Y hoy también, el lindo indiecito la había doblado.  Y mi compadre se reía y a mi ni risa ni plin, coño que llevo tres días y tres noches detrás de la Ipad 2.
Pero tranquilo, relax, respira hondo.  Mi compadre me dice que en media hora resuelve, que hay tormenta de nieve, que tenga calma y que me ría, que la vida es así.  Si Pepe.  Y yo me paro de custodio al lado de la Ipad.  Pero no sin antes molestarme con un gringo que se me coló esperando por un empleado de la tienda, y luego de que yo preguntase al empleado por la Ipad y una doña se nos para al lado y pregunta también por la Ipad dos segundos después, ¿que es esto, un complot?  Voy caminando con prisa pero con pausa al lado del empleado  de la tienda.  Me sentía tenso, aparentando estar relax.  El empleado abre una caja de  hierro que parecía una celda pegada al piso y saca la Ipad, aleluya, la única que quedaba, y las otras tres de color negro no aparecen y queda una blanca, pues esa es, la blanca, la que me toca comprar, que yo no soy racista a la inversa, ni distingo por colores.  Y la colocan en la caja registradora  y yo la custodio con espíritu semi-sicótico, que no la toque nadie o aquí se forma papá.  A la chica de la caja registradora le da con tomarse un break y llevan el Ipad a  Servicio al Cliente y allí voy yo detrás custodiando al muerto, a la Ipad, que es la única que queda en todo Puerto Rico, al menos así pienso, o deliro.
Llamo a mi compadre por vez número decimotercera, como poco.  Si, porque él no llama, el desgraciado, y yo lo llamaba cada cinco minutos, como poco.  Si, porque estoy en la vorágine de Macondo, en la boca del monstruo, y él está tranquilito en Traverse City viendo nieve caer, haciendo muñequitos de nieve y trabajando desde la casa.  Y me dice riendo que no lo voy a creer, que su hijo mayor le llevaba una nueva tarjeta ATH a su esposa pero de camino se le jodió el viejo carro Audi en la nieve y hubo que sacar unos cables de yompear, de qué habla, y yo pensando que me está metiendo los mochos, y él que se ríe y yo más serio que hace un rato.  Y me dice que ya mismo se resuelve el asunto, y yo miro fijamente la caja blanca del Ipad, y miro fijamente a las dependientes de la tienda hacer chistes, y oigo fijamente a los bebés que lloran en los coches y suena el teléfono y es mi esposa y me pregunta qué hago y le digo que estoy en la oficina, en mi trabajo,  y le cuelgo sin pena.
Al rato, bien al rato, después de par de horas de haber llegado a la tienda, el compadre, el amigo, el colombiano, que ya casi lo insulto ante lo complicado de la misión, me llama y me da el número de referencia del Money Gram, aleluya.  Le digo a la chica de Servicio al Cliente que me custodie bien la Ipad, que voy a la fila del Money Gram,  y hay cuatro personas antes en la fila, el que está al frente de mi con peor cara de sicópata que la mía, parecía un zombi yonki americano que había traspasado la barrera del tiempo y había llegado de Traverse City a Fajardo a joderme la existencia.  Se va el tipo y la chica de Money Gram me llena unas hojas, se sonríe, me pregunta, arregla, quita y pone y aleluya empieza a contar el dinero, en total $450 y avanza mija dame los chavos que yo luego le deposito la otra mitad al compadre cuando cobre. 
Salgo de la tienda, con el Ipad blanco en mano, que yo no discrimino por colores, ni soy racista a la inversa, y el carro debe estar en alguna fila cercana y comienza a lloviznar, y el panic boton para que suena la alarma no funciona y no veo el carro coño y se me va a empapar y joder el Ipad, pero antes del desastre encuentro el dichoso auto.
Llego a la casa, en San Juan, por la famosa Ruta 66, rapidito, directo de la oficina, versión que le di a mi esposa que huele traqueteo y nebuleo, con su sentido de mujer y de fiscal.  Pero yo cul, con el Ipad en la mochila de llevar el almuerzo frío al trabajo, listo para que ella se acueste y esconderlo mejor, en el bulto de raquetas de tenis hasta la mañana del 25 de diciembre.  A ver que cara pone ella al verlo, el Ipad blanco, o la Ipad blanca vamos, y luego leer la loca historia de cómo apareció el Ipad 2, aleluya.


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