Hunza los miraba, atónito, incrédulo. Era una raza arcaica, agresiva, egoísta e insensible. Hunza añoraba su bosque, su amada de cabello azabache, su rio de glaciares. Viviria aquí y luego moriría para nacer allí, junto a ella. Alli viviría con ella, eternamente en el llamado Nirvana.
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